Algunos creen que vivir es como subir una
escalera, un camino arduo y difícil hacia las estrellas. Si la vida fuera eso,
morir sería despeñarse una vez se ha llegado arriba.
Pero no, vivir es caminar por una senda
florida tortuosa que lleva a ninguna parte. ¿Qué fue la vida para esa mosca
prehistórica que quedó atrapada en el ámbar, y a la que aún podemos contemplar
en la vitrina del museo? Nada, menos que nada, el sonido de un aleteo y la
sensación viscosa, agobiante, del ámbar que todo lo envolvía.
En cierto modo estamos también nosotros
atrapados como la mosca en una historia que no hemos elegido. Arrojados a un
mundo frío y cruel que los astros contemplan desde lo alto en sus ciclos
interminables e infernales, como las estrellas que queman a lo lejos, y a las
que nosotros miramos desde nuestro pequeño cerebro de simio perdido en un
rincón del cosmos.
¿Son las estrellas las que se mueven o son
nuestros ojos los que describen órbitas sin fin alrededor de las estrellas?
Hasta que algún meteorito
perdido nos encuentre y ponga fin a todo esto.
¡Ay, la escalera!
Francisco Lorente
Francisco,
ResponderEliminarMe encanta. Solo espero que este relato sea solamente el primero de muchos en tu línea!